miércoles, 28 de marzo de 2012


  No hay nada que no solucione un serrucho bien utilizado, al menos cuando se trata de adaptar un mueble a nuestras necesidades. El hijo de Aurora Aranda duerme ahora en una cama adaptada a sus medidas gracias a una acertada trasnformación. En palabras de Aurora:
Érase una cama KURA demasiado grande (200 x 90cm), un niño de 2 años al que le sobraba cama por todos lados, y una habitación no muy amplia. Teníamos claro que queríamos esa cama, nos gustaba por su diseño y por la posibilidad de convertirla en litera para albergar en un futuro al hermanito, aún en la cuna.
Mi marido vio rápido la solución: cortar por lo sano. Primero barajó cortar el largo, y luego pensó que, ya puestos, también podía acortar el ancho. La idea me parecía genial pero no quería ni imaginar la tarea de cortar todas las tablitas, listones, tablillas del somier, amén del trabajazo de volver a hacer los engorrosos taladros en forma de T (los clásicos de Ikea) en cada listón. 
Tras un fin de semana serrucho en mano (y guarrito, y lija, y cinta métrica, y mucha paciencia), nos quedó (bueno, en realidad a mi marido) la cama que queríamos, una cama de 160 x 70cm, de tamaño más que suficiente, y que además encaja con varios modelos de colchones de Ikea, dato que también es importante.
La guinda la pone el espacio que hay bajo la cama, que hemos convertido en accesible para poder guardar cosas ahí dentro. A él se accede desde la tablita frontal de la cama, o sea, la del piecero, que se ha cortado para que encaje en la muesca inferior pero no en las laterales, de manera que se abate de delante a atrás, como si fuera una trampilla, y después se cierra con un pequeño cerrojo interior a través del somier. Desde fuera no se ve nada de nada, pero ahí está ese "cajón secreto".

Ha sido mucho trabajo, pero hemos quedado más contentos que unas pascuas.

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